A todos nos suena, al menos de nuestra época de estudiantes, el nombre de Henry Cavendish (1731-1810), un gran físico y químico inglés, que ha pasado a la historia por sus adelantados experimentos y descubrimientos en el campo de la electricidad, además de por aislar el hidrógeno o cuantificar la constante gravitatoria. Cavendish tenía el tratamiento de Lord y era Duque de Devonshire ¡qué bien suena este nombre en inglés! y de él se decía que era el más sabio de todos los ricos y el más rico de todos los sabios, pero más allá de su probada inteligencia, de sus posesiones, riquezas y títulos también tenía una timidez que rayaba en lo patológico y que muy posiblemente estuviera acentuada por una ligera tartamudez, de modo que intentaba rehuir cualquier contacto social, de hecho hay muy pocas imágenes suyas. Algún contemporáneo suyo escribió: "probablemente haya pronunciado menos palabras que cualquier otro hombre en el curso de su vida, sin exceptuar a los monjes trapenses".
A tal punto llegaba la cosa que se comunicaba con su servidumbre a través de notas y llegó a hacerse construir entradas particulares y exclusivas a sus dependencias a fin de no tener que encontrarse con nadie. La comida y la ropa limpia le era dejada en una habitación aparte a una hora determinada a la que solo accedía cuando habían marchado los sirvientes. Tenía prohibido que nadie le tocara y de tener que hablar con alguien de temas científicos pedía que no le miraran a los ojos, cosa que por supuesto sus sirvientes tenían prohibido terminantemente. La cosa ya pasaba a mayores si el encuentro se producía con una mujer, situación en la que su timidez se volvía totalmente insoportable para él y provocaba que la mujer fuera despedida inmediatamente del servicio, supongo que para no tener cercano a un testigo de ese momento de suprema flaqueza de ánimo.
Y ciertamente sería tímido para las relaciones humanas, pero era realmente arrojado para sus investigaciones. Ya hemos dicho que el campo más señalado de sus trabajos era el de la electricidad y como quiera que no tenía ningún tipo de instrumental que le permitiera medir la intensidad de la corriente, Cavendish la media a través de un curioso método, simplemente se aplicaba la corriente a sí mismo y la cuantificaba según la grado de dolor que le provocaba la descarga, lo que demuestra lo distintos que podemos ser las personas según el ámbito de nuestras vidas al que nos refiramos. Su propia timidez le impidió publicar muchos de sus grandes trabajos en vida lo que durante un tiempo otorgó la paternidad y fama por algunos descubrimientos a Faraday, Ohm o Coulomb, cuando en realidad las aportaciones de estos ya figuraban desde muchos años antes en los escritos no publicados de nuestro timorato Cavendish. Si duda, todo un personaje