A pesar de una infancia terrible, sobre la que ya contaremos algo en cualquier momento, Clara Bow tenía un "nosequé queseyó" que la hacía especialmente desenfadada a los ojos del público y que por aquellos entonces la hizo acreedora del apodo "It girl", un sobrenombre que más allá de la película "It" protagonizada por ella, provenía del libro homonimo escrito por Elinor Glyn, en el que esta se refería a la actriz en tal sentido:
"Ello, ese extraño magnetismo que atrae a ambos sexos... Descaradamente, con autoconfianza, indiferente al efecto que produce".
Otra escritora, Dorothy Parker decía: "Ello, demonios. Ella lo tenía".
Y ciertamente Clara Bow, como una intachable "It girl", se comportaba con una liberalidad notable para la época, no solo en sus películas sino tambien fuera de las cámaras, acumulando amantes y escándalos, algo que no es que le viniera de perillas para su carrera cinematógrafica.
Con el tiempo, vinieron otros problemas y una de las grandes preocupaciones de Clara Bow fue la llegada del cine sonoro, mostrando una especial inseguridad a causa de su marcado acento de Brooklyn, convencida de que este delataría sus muy humildes orígenes.
No era de extrañar que Clara Bow tuviera terror a los aparatos que servían para registrar el sonido, algo que se acentuó después de un accidente que nos es relatado por Kenneth Anger en su libro "Hollywood Babilonia". Al parecer en la primera escena de la primera película sonora de Clara Bow, "The wild party" debía entrar en un dormitorio diciendo "Hola a todo el mundo", casi un saludo a su público, pero el ingeniero de sonido, desde su cabina, y poco familiarizado con el acento de la actriz, no ajustó bien los controles lo que provocó que cuando la actriz entró en escena y casi gritando dijo aquello de "Hola a todo el mundo" fundió cada una de las válvulas del estudio de grabación.
Sabiendo esto no es de extrañar la anécdota contada por Joseph L. Mankiewickz, sobre un incendio que tuvo lugar en los estudios de la Paramount y en el que se pudo ver a Clara Bow alejándose mientras decía: "Por Cristo, espero que sea en el departamento de sonido".
En cualquier caso parece ser que más que su voz, el motivo del declive de la actriz, residía en el cambio de modas que impuso la depresión economíca sobrevenida tras el crack del 29.
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