jueves, 19 de mayo de 2016

Paco Rabal, Anna Magnani, Antonioni y los tópicos



No son pocos los que al pensar en Paco Rabal traen a su mente la imagen de este actor interpretando al pobre Azarías de "Los santos inocentes", al ciego de Lázaro de Tormes o al singular Juncal, roles en los que mostraba un rostro desfigurado y abotargado, que si bien rebosaba personalidad difícilmente podía servir siquiera de eco del galán que fue en sus inicios. Rabal inició su relación con el cine como electricista en los Estudios Chamartín, hasta que la casualidad hizo que el director Rafael Gil lo llamara para cubrir una ausencia y resultara evidente que aquel "chispas" daba buen juego ante las cámaras. Un curioso inicio para un actor que terminaría trabajando a las ordenes de los mejores directores nacionales pero también de una nutrida lista de grandes creadores de fuera de nuestras fronteras entre los que se puede citar a Antonioni, Chabrol, Rivette, Friedkin, Visconti o Lattuada. 

Especialmente curiosa resulta la forma en la que Paco Rabal logra trabajar con Antonioni en "El eclipse".  En 1962 Rabal se encontraba en Italia rodando "Morte de un Bandito" a las ordenes de Giuseppe Amato y los descansos los pasaba en una casa de la localidad costera de San Felice al Circeo. Allí conoció a Marisa Merlini, comadre de la gran Anna Magnani que también tenía una casa en la zona y que invitó a Rabal a conocerla. El resto de la historia la dejo en las palabras del propio Rabal:

"(Mariasa Merlini) me telefoneó entre semana. "Paco, ¿vas a ir al Circeo? No faltes este sábado porque Ana Magnani te invita a cenar, pero, por favor, non portare nessuna putana." Marisa me prevenía de que asistiera yo solo sin compañía de amigas y compañeras que, a veces venían conmigo, y yo, tonto de mí,  pensé: "Será que la Magnani quiere ligar", y le prometí a Marisa ir solo y a la hora convenida. Bien pues ese sábado terminamos de rodar tarde y cuando llegué a casa de Ana era ya las once de la noche y estaban en una sobremesa larga de vinos y de café. Entre diez o doce invitados, recuerdo a Antonello Trombadori, hombre de la politica y la cultura del PC italiano, algunos directores y gente del teatro; Ornella Vanoni, espléndida hembra y gran cantante que entonces estaba muy de moda en Italia, y en el mundo con las canciones de "la mala vida". Pronto me di cuenta de que la Magnani no me quería ligar. Llamó a una de sus mujeres de confianza por allí atareada:  
Anna Magnani y su guitarra
"¡Sandra, porta la guitarra!" Y, volviendose a mí, ya guitarra en mano, me ordenó desmelenada y tremenda: 

"Spagnolo, suona la guitarra!" 
"Me dispiace -le dije-, cuanto lo siento, no sé sonare la guitarra."
"Allora, ¡suona las castañetas!" (castañuelas). 
"Tampoco sé suonare las castañetas", le respondí en mi más perfecto italiano.
"!Baila!" me increpó más iracunda. "¡Baila flamenco!"
"Tampoco sé bailar flamenco" le medio mentí, porque algunos pasitos si que doy. 
Y entonces: "¡Sandra, il tarallolo!". Y me ofrecía un mantel de mesa furiosamente rojo:
"Torea, spagnolo" me gritó ya espatarrada y hermosa.
"No sé torear" le dije lleno de pena y de vergüenza española ante una italiana tan admirable y genial, tan plena de coraje. "No se torear" balbuceé de nuevo.
"Ma, ¿qué clase de spagnolo sei tu" Y ensartó una serie de palabrotas y de insultos del que recuerdo el último; "Va fan culo" y que ustedes comprenderán tan perfectamente como ella me lo lanzó.

Michelangelo Antonioni
Dos días después recibo por sorpresa la visita en mi hotel de Michelangelo Antonioni y de una muchacha un tanto desgastada, con unos pelajos desordenados y unas grandes gafas oscuras, a quien creí la secretaria del director y que era Monica Vitti. Me dijo Antonioni, hablándome con cierta timidez y en voz baja, que estaba buscando para su película "El eclipse" un personaje especial, un intelectual de izquierdas, primer amante de la Vitti en la película, que estaba casi concluida con ella y Alain Delón. Le faltaba solamente filmar las escenas con este personaje, unos quince días de trabajo, porque Ana no había encontrado al actor que necesitaba.
Venía a verme -añadió- porque le había contado Ornella Vanoni como había conocido en casa de la Magnani a un actor español que no sabía torear, ni bailar, ni cantar flamenco y que le parecía tan raro que me había querido conocer. Pensaba que yo podía muy bien interpretar ese personaje y yo, contentísimo, pensé por mi parte que también el genial Antonioni, el hombre culto y admirado, había caído en el topicazo y que, aparte de confirmar su existencia, la del tópico, a mi me había venido estupendamente. Y también me regocijé internamente porque la verdad es que tocar la guitarra no sé, pero bailar y cantar flamenco no lo hago del todo mal."


Paco Rabal y Monica Vitti en "El eclipse"




Y su inolvidable Don Juan Tenorio y su sensacional declamación:



Las palabras de Rabal están tomadas de la "Historia del Cine" que en dos tomos publicó hace años ya el desaparecido Diario 16 (página 27 del tomo I)