sábado, 18 de mayo de 2013

Please Mr. Postman

 
 


A veces uno empieza a hablar de lo más insospechado por un motivo que no esperaba. Es lo que ha ocurrido hoy a raiz de la foto que encabeza el texto y de la que desconozco el autor o el título. El caso es que me trajo a la memoria la canción "Please Mr. Postman", un tema que tuvo al menos tres momentos gloriosos, el primero como sencillo de debut de "The Marvelettes" (por entonces The Marvels) para el sello Tamla (Motown) logrando encaramarse a lo más alto de las lista...s en el año 1961. La voz era de Gladys Horton y en la letra se cantaba la esperanza de que el cartero le trajera carta de su novio que estaba ausente en la guerra. La instrumentación correspondía a "The Funk Brothers" que incluía a Marvin Gaye en la batería.
 
 
 
The Marvelettes y la versión original de "Please Mr. Postman"
 
 
Posteriormente la canción fue versionada por los Beatles para su álbum "With the Beatles" (1963) aunque ya llevaban tiempo tocándola en sus actuaciones en directo en el "Cavern club". La voz corría a cargo de John Lennon.
 
 
La versión de los Beatles con subtítulos
 
La tercera etapa de la canción sería su grabación por parte del grupo "The Carpenters" que la llevaría de nuevo a lo más alto de las listas a principios de 1975.

 
 
Y la versión de "The Carpenters"




Fragmentos de "Las uvas de la ira" (1939) - John Steinbeck



 
Esta crisis ha provocado ya que más de seis millones de personas hayan perdido su empleo y muchos estén marchando fuera de nuestras fronteras a buscar desesperadamente un trabajo. En este escenario es imposible no acordarse de la novela "Las uvas de la ira" (The grapes of wrath) que el gran John Steinbeck (1902-1968) escribió en 1939 y por la que recibió el premio Pullitzer en 1940. El libro resultó en extremo polémico y transgresor en su tiempo al atreverse a poner las cartas boca arriba en una nación como EEUU. La obra hablaba de todas las penurias que sufrieron miles de trabajadores tras la gran crisis de 1929 y de cómo luchaban por encontrar una salida a aquella horrenda situación. Steinbeck se forzó en exaltar en su novela los valores de la justicia y la dignidad humana, dos pilares fundamentales que se ven atacados inmisericordemente cuando no hay trabajo, máxime cuando campea la más cruel de las injusticias económica y política. Entre otras muchas cosas, también nos haría falta un libro así por estos lares. No tardó John Ford en llevar la novela al cine, y ya en 1940 presentaba una película -del mismo nombre que la novela - que con un dignísimo Henry Fonda y con una soberbia Jane Darwell, lograban también en este medio, una verdadera obra maestra. La imagen que acompaña el texto pertenece a la película. Y ahora unos párrafos:

"La lluvia dejó de caer. En los campos quedó el agua, reflejando el cielo gris y la tierra susurró con el agua en movimiento. Y los hombres salieron de los graneros y los cobertizos. Se acuclillaron y contemplaron la tierra anegada. Callaban. Y a veces hablaban muy quedamente.
No hay trabajo hasta la primavera. No hay trabajo.
Y si no hay trabajo... no hay dinero ni comida
Un hombre que tiene un tiro de caballos, que los usa para arar, cultivar y segar, a él nunca se le ocurriría dejarlos que se murieran de hambre cuando no están trabajando.
Esos son caballos... nosotros somos hombres.
Las mujeres miraron a los hombres, los miraron para ver si al fin se derrumbarían. Las mujeres permanecieron calladas, de pie, mirando. Y en donde un grupo de hombres se juntaba, el miedo dejaba sus rostros y la furia ocupaba su lugar. Y las mujeres suspiraron de alivio porque sabían que todo iba bien, que esta vez tampoco se irían abajo; y que nunca lo harían en tanto que el miedo pudiera transformarse en ira.
Pequeños brotes de hierba salieron de la tierra, y al cabo de pocos días, con el comienzo del año, las colinas se vistieron de color verde pálido."
(...)

" Y entonces, de improviso, las máquinas los desalojaron y los lanzaron a hormiguear por los caminos. El movimiento los transformó; las carreteras, los campamentos a lo largo de los caminos, el miedo del hambre y el hambre misma los transformaron. Los niños sin pan los transformaron, la eterna mudanza de un sitio a otro los transformó. Eran emigrantes. Y la hostilidad de los otros los transformó, los soldó unos a otros, los unió... esa hostilidad que se manifestaba en los pueblos en que los ciudadanos se agrupaban y armaban como para repeler a un invasor..., escuadrones con mangos de azadas, empleados y pequeños comerciantes con rifles guardando el mundo contra su propia gente."

(...)
"- Quizá podamos comenzar de nuevo... en la nueva tierra de promisión en California, donde crece la fruta.
- Pero no puedes comenzar. Sólo un recién nacido puede comenzar. Tú y yo... ¡pero si somos todo lo que ha sido! La ira de un momento, las mil imágenes... eso somos nosotros. ¡Esta tierra, esta tierra roja, somos nosotros!..., y los años de inundación y los años de polvo y los años secos somos nosotros. No podemos comenzar de nuevo. Al mercader de viejo le vendimos nuestra amargura... claro que él la recibió, pero nosotros también la tenemos aún. Y cuando el amo nos dijo que nos fuésemos, ésos éramos nosotros; y cuando el tractor destrozó nuestra casa, éramos nosotros que aún no habíamos muerto. A California, o a cualquier sitio, cada uno de nosotros es un tambor mayor, que dirige un desfile de dolores, que marcha con nuestra amargura. Y algún día... los ejércitos de amargura irán todos por el mismo camino. Y todos marcharán juntos, y a su vista, el mundo temblará de terror."

(...)
"-¿No piensas en qué pasará cuando lleguemos? ¿No temes que quizá no sea tan bonito como pensamos?
-No —replicó con rapidez. No lo temo. No debes hacer eso.
-Yo tampoco. Es demasiado, es vivir demasiadas vidas. Delante de nosotros hay mil vidas distintas que podríamos vivir, pero cuando llegue, sólo será una. Si voy adelante en cada una de ellas, es excesivo. "

(…)
"Decía que una vez se fue al desierto a encontrar su propia alma y descubrió que no tenía un alma que fuera suya. Que descubrió que sólo tenía un pedacito de una enorme alma. Decía que el desierto no servía de nada porque su pedacito de alma no servía, a menos que estuviera con el resto, a menos que estuviera con el resto, y estuviera entera. Es curioso lo que recuerdo. Ni siquiera me daba cuenta de que estuviera escuchando. Pero ahora sé que un hombre no sirve para nada si está solo"