jueves, 12 de diciembre de 2013

Marcel Proust: el tiempo detenido




Una bañera amplia. El agua caliente hasta la barbilla. El goteo eterno, espaciado, lento, que el grifo no puede retener. Olor a crema suave. Silencio.
Esto es leer a Proust.

En busca del tiempo perdido. Por el camino de Swann (1913)

“[...] un día de invierno, al volver a casa, mi madre, viendo que yo tenía frío, me propuso que tomara, en contra de mi costumbre, una taza de té. Primero dije que no, pero luego, sin saber por qué, volví de mi acuerdo. Mandó mi madre por uno de esos bollos, cortos y abultados que llaman magdalenas[...] Y muy pronto, abrumado por el triste día que había pasado y por la perspectiva de otro tan melancólico por venir, me llevé a los labios una cucharada de té en el que había echado un trozo de magdalena. Pero en el mismo instante en que aquel trago, con las migas del bollo, tocó mi paladar, me estremecí, fijé mi atención en algo extraordinario que ocurría en mi interior. Un placer delicioso me invadió, me aisló, sin noción de lo que le causaba. Y él me convirtió las vicisitudes de la vida en indiferentes, sus desastres en inofensivos y su brevedad en ilusoria, todo del mismo modo que opera el amor, llenándose de una esencia preciosa[...] ¿De dónde podía podría venirme aquella alegría tan fuerte? Me daba cuenta de que iba unida al sabor del té y del bollo, pero le excedía en mucho, y no debía ser de la misma naturaleza. [...] Y de pronto el recuerdo surge. Ese sabor es el que tenía el pedazo de magdalena que mi tía Leoncia me ofrecía, después de mojado en su infusión de té..., los domingos por la mañana en Combray."

El comentario y el fragmento del libro han sido tomados de la página: J.M. Pérez Padilla Novelas. Link: https://www.facebook.com/PerezPadilla.Novelas

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