viernes, 22 de noviembre de 2013

Fresas Salvajes (Ingmar Bergman, 1957)



«¿Dónde esta ese amigo al que busco en todas partes? Al clarear el día mi anhelo es más intenso.Cae la noche oscura y aún no hay rastro de él. ¡Aunque arda mi corazón! Pero ahí están las señales. Dondequiera que una fuerza surja, donde exista el perfume de una flor, en los campos por donde el viento sople, en le suspiro que exhalo, en el aire que respiro, su caridad está presente. Escucho su voz en el susurro de la brisa de verano».


"Sara (mostrándole su rostro en el espejo): Mira la cara que se te pone… A ver si te puedes reir
Isak dibuja una sonrisa que no puede esconder su dolor…
Sara: ¡Pues si… te puedes reír!
Isak: ¡Esto duele tanto!
Sara: Siendo un médico tan eminente deberías saber porque te duele… Pero no tienes ni idea. Aunque tu sabes muchas cosas en realidad no sabes nada."

«Nuestra relación con otras personas consiste principalmente en discutir y juzgar el carácter y la conducta del prójimo. Eso me ha llevado a un retiro voluntario de, virtualmente, todo lo que llamamos intercambio social».

"Marianne: ¿Has dormido bien?
Isak: Si… pero soñando. Estos últimos meses he tenido los sueños más extravagantes… Sencillamente ridículos.
Marianne: ¿Cómo ridículos?
Isak: Es como si yo mismo me dijera algo que despierto no quiero oír.
Marianne: ¿Qué es?
Isak: Que ya estoy muerto."

"Pues que no eres más que un viejo egoísta. Eres de lo más desconsiderado y no te ocupas más que de ti. Pero sabes ocultarte de esto tras una máscara de buenos modales y hasta de caballerosidad. Tú no eres más que un egoísta aunque en discursos y papeles te llamen el gran amigo de la humanidad. Somos nosotros los que sabemos lo que tú eres de verdad […] Eres inflexible en tus criterios papaíto. Debe ser horrible depender de ti para lo que sea."

"Isak es muy considerado. Es sumamente delicado, tan lleno de ternura y tiene principios. Quiere que pasemos el rato leyendo poesías y hablando también de la vida futura. Le gusta que toquemos el piano a cuatro manos. No quiere besarme más que cuando está a oscuras y me está hablando siempre del pecado. Yo creo que él está a una altura tan enorme sobre mí… y yo me veo tan baja… ¡tan baja que no puedes tener idea de lo que siento! Pero, a veces tengo la impresión de que yo soy mayor que Isak… No se si me entiendes. Es que a veces me parece que él es todavía un niño. Los dos tenemos la misma edad… por otra parte resulta que Sigfrid es tan fresco y tan malo…"



"Cuando te vi junto a tu madre me asaltó un miedo completamente irracional […] Yo pensé: “esta es su madre, viejísima y acartonada, fría como el hielo. Más horripilante aun que la misma muerte. Y junto a ella su hijo, pero están separados por distancias astronómicas. Dice estar muerto aunque vive todavía y pienso en Evald, que está camino de petrificarse y helarse y pienso en mi hijo que vive en mi corazón y compruebo que por cualquier camino no hay más que frialdad y muerte y soledad, pero todo tiene que marchar hacia un fin…"

"He soñado que durante mi paseo matinal durante mi paseo matinal me perdía en una barrio de la ciudad totalmente desconocido para mí y erraba por calles desiertas con casas en ruinas

…Ando por la acera de la calle y veo una farola, a su lado hay un reloj colgado de una pared… Lo observo y veo que no tiene manecillas y que bajo él hay dos ojos con unas lentes, como si me observaran. Miro entonces mi reloj… tampoco tiene manecillas. Suena un tic tac que parecen latidos del corazón y me empiezo a agobiar…

Sigo andando y veo las casas a mi alrededor… tienen las ventanas y las puertas barradas con tablas de madera… Me vuelvo hacia atrás, pero no veo más que otras calles solitarias. Al darme la vuelta veo al lado de la farola, bajo el reloj, la figura de un hombre de espaldas. Me acerco a él y le pongo la mano sobre su hombro izquierdo. Me asusto cuando se da la vuelta y contemplo su rostro, un rostro como apretado con los ojos y la boca fuertemente cerrados, con los oídos tapados… Lego se derrite ante mi convirtiéndose en agua. Suenan campanas…Sigo andando hasta llegar al final de la calle. De la que la cruza veo bajar una carroza de funerales tirada por caballos y sin conductor… La sigo y veo la veo avanzar hasta que la rueda trasera se traba con el pie de la farola. Los caballos tiran y tiran hasta que la rueda cede y un poco más y me atropella. La carroza se desequilibra y el ataúd que transporta cae. Luego la carroza sigue arrastrada por los caballos. Veo entonces una mano que sale del ataúd. Me acerco lentamente. La mano de repente se empieza a mover y se dirige hacia la mía… Me la coge. Yo forcejeo para soltarme, pero ella me retiene. En el forcejeo poco a poco va apareciendo el rostro del muerto… ¡Mi propio rostro! Aterrorizado quiero soltarme"


 

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