jueves, 2 de mayo de 2013

Carta de Franz Kafka a Milena Jesenská




Quería destacarme ante tus ojos, mostrar fuerza de voluntad, demorar mi carta, terminar primero con un expediente; pero la habitación está vacía, nadie se ocupa de mí, es como si dijeran: déjalo, no ves que está absorto en lo suyo, es como si tuviera un puño en la boca. Y fue así que solo trabajé por espacio de media hora y ya estoy otra vez junto a ti, tendido sobre la carta como estuve tendido junto a ti aquella vez en el bosque.

Hoy no llegó carta, pero no tengo miedo. Por favor, Milena, no me interpretes mal. Nunca temo por ti, si alguna vez así parece -y parece con frecuencia- solo es una debilidad, un capricho del corazón, que sin embargo sabe muy bien por quién late. También los colosos tienen debilidades, hasta Hércules tuvo una vez un desmayo, según creo. Pero yo aprieto los dientes y soporto cualquier cosa ante tus ojos, ante esos ojos que veo aun a plena luz del día. Soporto la distancia, el miedo, la preocupación, la falta de cartas.

¡Qué feliz soy, qué feliz me haces! Vino a verme un peticionante ¿Te das cuenta? Yo también tengo peticionantes. Interrumpió mi carta, eso me irritó; pero el hombre tenía un rostro bonachón, amable, rechoncho, pero al mismo tiempo correcto y típicamente alemán. Fue lo bastante simpático como para aceptar las bromas como si se tratara de soluciones oficiales; pero me había interrumpido y yo no podía perdonárselo. Para colmo me vi obligado a ponerme de pie para acompañarlo a otra división. Pero eso ya fue demasiado para ti, mi hada buena, y justo en el momento en que me levantaba llegó el ordenanza trayéndome tu carta. La abrí en la escalera. Santo Cielo, había una fotografía en el sobre, es decir, algo absolutamente inagotable, una carta para un año, una carta para la eternidad. Es tan bueno, que no puede ser mejor. No es más que una fotografía, pero solo se la debería contemplar a través de las lágrimas y con el corazón palpitante. No hay otra forma de hacerlo.

Y otra vez un desconocido se sienta ante mi escritorio.

Para proseguir con lo de antes: puedo soportarlo todo contigo en mi corazón, y si alguna vez he escrito que los días son horribles sin tus cartas, no es exacto: solo han sido horriblemente pesados, la embarcación estaba muy lastrada, el calado era tremendo, sin embargo flotaba en tu marea. Solo hay una cosa que no puedo soportar sin tu expresa ayuda, Milena: el miedo. Soy demasiado débil comparado con él, ni siquiera puedo lograr una visión total de esa monstruosidad, me arrastra en su corriente.

Lo que dices acerca de Jarmila es justamente una de esas debilidades del corazón. Tu corazón deja de serme fiel por un instante y te acometen esas ideas. ¿Acaso continuamos siendo dos personas distintas en ese sentido? ¿Y difiere mucho mi miedo de ese miedo de ensuciarse a sí misma?

Otra interrupción; tendré que dejar de escribir en la oficina.

La larga carta anunciada casi me daría miedo si esta no fuera tan tranquilizadora. ¿Qué contendrá?

Escríbeme en seguida comunicándome si llegó el dinero. Si se hubiese extraviado, enviaría más, y si ese se extraviara, volvería a enviar más y así sucesivamente, hasta que no tuvéramos nada y así, por fin, todo anduviera bien.

No recibí la flor, parecería que a último momento te dio lástima enviármela (lástima por la flor)

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