miércoles, 24 de abril de 2013

De cuando Valle-Inclán por no dar su brazo a torcer... lo perdió

En el Madrid bohemio de la llamada "Generación del 98", era habitual la asistencia de la intelectualidad de la época, a los numerosos cafés de la ciudad para disfrutar de las meriendas y posteriores tertulias que en ellos se organizaban. Entre estos "templos" de las tertulias, aderezadas con cafeína, ocupaba un lugar de honor el "Café Gijón" del que ya hablamos hace tiempo, pero otro de gran renombre era el famoso "Café de la Montaña" también conocido como "Café Imperial" que estuvo abierto a finales del siglo XIX y comienzos del XX. Se encontraba en la planta baja del famoso "Grand Hôtel de París" (denominado "Hotel París") edificio en la Puerta del Sol que tuvo hasta hace poco el famoso anuncio de "Tío Pepe".

Se trataba de un café amplio, de elevado techo y se encontraba abierto de día y noche. Cuentan que poseía dieciséis puertas de salida; algunas daban a la Puerta del Sol, otras a la calle de Alcalá y otras a la carrera de San Jerónimo, razón por la cual se le denominaba también por aquel entonces "café pulmonía". Y precisamente en este Café de la Montaña tuvo lugar uno de los grandes lances de la literatura:

Uno de estos asiduos tertulianos era el dramaturgo, poeta y novelista gallego Ramón María del Valle-Inclán (1866-1936), que desde su llegada a Madrid, solía acudir a las tertulias que se daban cita en el referido Café. Y como veremos a continuación, fue en este lugar donde el escritor perdió su brazo en una batalla, y no en una contra los turcos como le ocurrió a Cervantes donde perdió también su mano izquierda, sino que, conociendo el carácter irreductible de Valle-Inclán en sus opiniones, fue en una contienda dialéctica que tuvo lugar el 24 de julio de 1899. 

 Encontrándose Valle-Inclán tomando el "té español", es decir, un humilde café con leche, se desató una acalorada e insignificante porfía con otro de los contertulios, el cronista Manuel Bueno. Un tertulia sin que existiera apasionamiento en la discusión no respondía a las expectativas de aquellas reuniones, pero este día la cosa se pasó de rosca. Ambos se enzarzaron en una disputa sobre la legalidad de un duelo que se iba a celebrar entre un aristócrata español y un caricaturista portugués, un tema que estaba en boca de todos ya que uno de los duelistas era menor de edad. En el acaloramiento, Valle-Inclán llamó "majadero" a su contrincante, que por aquel entonces, era uno de los mayores insultos que se podían propinar (hoy en día hasta el arte del insulto ha caído en lo burdo y en un catálogo siempre limitado y altamente soez de palabrejas). El asunto acabó con amenazas, por un lado Ramón María llevaba por arma una botella de agua y Manuel Bueno lo acosaba con su bastón, llegándole a dar definitivamente un fuerte golpe en el brazo izquierdo a Valle-Inclán, con tan mala fortuna que fue a parar a uno de los gemelos de la manga de la camisa a la altura de la muñeca, clavándoselo y provocándole diversas fracturas que astillaron los huesos.

La herida fue mal curada, y al no echarle mucha cuenta, acabó gangrenándose. De manera que tres semanas después, tuvo que someterse a la amputación del brazo izquierdo.

Tiempo después, Valle-Inclán se reunía de nuevo con Manuel Bueno en el mismo lugar de la desgracia: el "Café de la Montaña", pero con la única intención de hacer las paces, el escritor le dijo que lo pasado, pasado estaba y que aún conservaba el brazo derecho para estrecharle la mano. Y es que entre personas realmente valiosas no cabe la sinrazón de un rencor eterno.

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