sábado, 30 de marzo de 2013

Cesare Pavese.- Historia íntima (de La Playa)



Aquellos días volví a pensar en muchas cosas que había olvidado. Pensé que mi padre, ahora, existía como algo selvático... La iglesia, como es justo, se lo había tragado, pero tampoco la iglesia va más allá del horizonte y mi padre, bajo tierra, no había cambiado. De cuerpo de sangre se había convertido en raíz, una entre las mil que cortada la planta perduran en la tierra. Estas raíces existen, el campo está lleno de ellas. Las vidrieras de colores de la iglesia nada cambian, y hacen pensar que nada cambia tampoco fuera, bajo el cielo, y que todo cuanto está lejos o sepultado sigue viviendo tranquilamente en aquella luz. Ahora en todas las cosas sentía a mi padre; su ausencia punzante y monótona sazonaba todo pasaje y toda voz del campo. No lograba encerrarlo de nuevo dentro del ataúd, en la tumba estrecha: como en todos los pueblos de estas colinas hay iglesias y capillas, así él me acompañaba a todas partes, me precedía en las cuestas, me quería muchacho. En los lugares más suyos me detenía por él; lo sentía chiquillo. Miraba la carretera por la parte del alba y la ciudad escondida al fondo, donde -¿cuánto hace de esto?- él había entrado una mañana, con su paso aldeano y absorto.

(...) Ahora era inútil subir aquellas cimas para estar solo con él. Me bastaba con encontrar un cañaveral, una higuera retorcida contra el cielo, una tierra labrada, para conmoverme y darme por satisfecho

(...) Ya entonces me gustaba ocultarme en aquella soledad, en el erial junto a los últimos liños, a dos pasos del bosque.  Luego me entraba miedo y volvía a todo correr por el sendero. Al verme correr así, todos se reían.
-Si huyes -decían-, el miedo te atrapa. Era algo, el miedo, que existía para todos. La Sandiana me dijo que tenía que resistir. -Si  te estás quieto en tu sitio, el miedo se asusta. Pero si huyes te sigue como el viento de noche.-. Le respondí que incluso con luz tenía miedo. -Cuando hay luz tienes que mirarlo a los ojos. El miedo huye a esconderse- . Pero la idea de mirar al miedo me asustaba aún más. - ¿Tú lo has visto? - le pregunté-. ¿Cómo es?

(...) A mí me parece que de la tierra sale un calor continuo que mantiene  verdes a las plantas y las hace crecer, y días que te da no sé qué pisarla, pues pienso que quizás pongo el pie sobre algo vivo y que,  bajo tierra, se apercibe de ello. Cuando el sol es más fuerte se oye el ruido  de la tierra que crece.

(...) Mi abuelo decía -me contó una vez- que todo esfuerzo que se haga en el campo, de noche se te devuelve en fuerza dentro de la sangre. Hay algo en la tierra que se respira al sudar.

(...) Aquí de noche está oscuro -pensé-, dentro de la tierra es siempre de noche

(...) En aquellos tiempos sólo sabía que nada empieza sino al día siguiente

(Cesare Pavese.- La playa. Editorial Seix Barral, 1987)

Imagen: Vincent Van Gogh, Le semeur (1888)

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