sábado, 2 de febrero de 2013

El mito de Dédalo e Ícaro



"Mide tu vuelo por el mío, yo te precederé, y siguiéndome próximo, caminarás con seguridad bajo mi dirección. Si en nuestra marcha aérea voláramos cerca del sol, la cera no soportaría el calor; y con vuelo humilde nos caeríamos hasta la superficie de las olas, y las plumas, humedecidas por el agua, perderían su movilidad. Vuela entre estos dos peligros; sobre todo, hijo, teme a los vientos y deja que tus alas obedezcan a su impulso" (Ovidio.- la metamorfosis)


En la isla de Creta existió hace muchos años un rey llamado Minos, este rey poseía grandes riquezas y algo que nadie tenía: un hijo de fuerza extraordinaria, con cabeza de toro al cual lo llamó Minotauro.

Minos pensó ponerlo en lugar seguro, de donde no pudiera escapar, así que le encargo a Dédalo, un gran arquitecto, que construyera un enorme y complicado laberinto.

Dédalo aceptó y junto con su hijo Ícaro, emprendió la gran obra. Cinco años después terminaron el laberinto, éste era tan grande que solo ellos sabían el camino correcto.

El rey Minos quedó satisfecho, pero tuvo miedo de que Dédalo e Ícaro revelaran el secreto del laberinto asi que el rey les negó el permiso para abandonar la isla de Creta.
Dédalo se dio cuenta que escapar de la isla sería imposible por el mar, ya que el rey Minos ordenó a todos los soldados de su ejercito a vigilar las playas de día y de noche.

Pero Dédalo era un hombre muy ingenioso e ideó un maravilloso plan, consistía en escapar volando como las aves.
Dédalo e Ícaro se dedicaron a reunir muchas plumas de las aves que sobrevolaban la isla y juntándolas todas las unieron con cera de abeja.

Sin que nadie los viera, pegaron las plumas y construyeron dos pares de alas. Cuando estuvieron listas, Dédalo pegó un par de alas en la espalda de Ícaro y otro par en su propia espalda.
Y Dédalo dijo a Ícaro: “¡Volemos fuera de la isla! Pero debemos de tener cuidado de o volar demasiado alto, pues el sol quemaría nuestras alas”.

Dédalo e Ícaro iniciaron el vuelo, a Ícaro le pareció tan hermoso de volar como los pájaros, que olvidó las advertencias de su padre. Voló, voló y voló más alto cada vez que el no escuchaba los gritos desesperados de su padre.

El calor de sol empezó a derretir la cera de las alas de Ícaro entonces empezó el drama, las plumas comenzaron a desprenderse, hasta que las alas no soportaron más el peso de Ícaro y cayó ante la mirada atónita de su padre.

Según la leyenda que las plumas quedaron flotando sobre el mar y tiempo después se formaron las islas Ícaras, llamadas así en recuerdo del joven que intentó volar al sol.

Imagen: Rubens

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