jueves, 10 de enero de 2013

Carta de Antonio Machado a Miguel de Unamuno (1913)




“Yo no me atrevo a decir en público ciertas cosas, por miedo a que se me crea defensor de la barbarie nacional, pero temo también que se forme en España cierta superstición de la cultura que puede ser funesta. Me parece muy bien que se mande a los grandes centros de cultura a la juventud estudiosa, pero me parece muchísimo mejor la labor de usted cuando nos aconseja sacar con nuestras propias uñas algo de nuestras mismas entrañas. Esto, que no excluye lo otro, me parece lo esencial. Yo he vivido cuatro años en París y algo, aunque poco, he aprendido allí. En seis años rodando por poblachones de quinto orden, he aprendido infinitamente más. No sé si esto es para todos, pero cada cual es hijo de su experiencia.”

“Además estoy convencido de que los hombres van dejando huella en el alma nacional como usted y Costa en nuestra época, son aquellos que más desafinan en el concierto cortesano y los que no han buscado la cultura hecha, como el escobero del cuento de las escobas. Su voz parece ruda y extemporánea, pero, al fin, comprenderemos que estaban a tono con realidades más hondas y verdaderas. Si a Cervantes lo hubieran protegido los magnates de su tiempo, es posible que no hubiera pasado de autor de La Galatea.”

"Empiezo a creer que la cuestión religiosa sólo preocupa en España a usted y a los pocos que sentimos con usted. Ya oiría usted al doctor Simarro, hombre de gran talento y de gran cultura, felicitarse de que el sentimiento religioso estuviera muerto en España. Si esto es verdad, medrados estamos, porque ¿cómo vamos a sacudir el lazo de hierro de la Iglesia católica que nos asfixia? Esta iglesia espiritualmente huera, pero de organización formidable, sólo puede ceder al embate de un impulso realmente religioso. El clericalismo español sólo puede indignar seriamente al que tenga un fondo cristiano. Todo lo demás es política y sectarismo, juego de izquierdas y derechas. La cuestión central es la religiosa y ésa es la que tenemos que plantear de una vez. Usted lo ha dicho hace mucho tiempo y los hechos de día en día vienen a darle a usted plena razón. Por eso me entusiasma su “Cristo de Palencia” que dice más del estado actual religioso del alma española que todos los discursos de tradicionalistas y futuristas. Hablar de una España católica es decir algo bastante vago. A las señoras puede parecerles de buen tono no disgustar al Santo Padre y esto se puede llamar vaticanismo; y la religión del pueblo es un estado de superstición milagrera que no conocerán nunca esos pedantones incapaces de estudiar nada vivo. Es evidente que el Evangelio no vive hoy en el alma española, al menos no se le ve en ninguna parte. Pero los santones de la tradición española dirán que somos unos bárbaros los que proclamamos nuestro derecho a ignorar prácticamente unos cuantos libracos de historia para uso de predicadores y profesionales de la oratoria.  Pronto tendremos otro pozo de ciencia donde acudan a llenar sus cubos los defensores de la España católica. Con la muerte de Menéndez Pelayo se quedaron en seco. Ahora acudirán al padre Calpena. Lo mismo da Julio César que Julián Cerezas; para estas gentes lo esencial es que haya un señor con autoridad suficiente para defender el tesoro de la tradición. Cultura, sabiduría, ciencia, palabras son éstas que empiezan a molestarme. Si nuestra alma es incapaz de luz propia, si no queremos iluminarla por dentro, la barbarie y la iniquidad perdurarán. Ni Atenas, ni Koenisberg, ni París nos salvarán, si no nos proponemos salvarnos. Cada día estoy más seguro de esta verdad.”

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