lunes, 26 de noviembre de 2012

Alma Mahler y los genios que la amaron


Es una de las mujeres más polémicas, controvertidas y fascinantes de la historia del arte. Pocas han sido una fuente de inspiración tan notable y han influido en tantos hombres de talento como la compositora, pintora y musa vienesa Alma María Schindler (31 de agosto de 1879 – 11 de diciembre de 1964). Genios como Gustav Klimt, Gustav Mahler, Gropius o Kokoschka la amaron apasionadamente, y estos sentimientos influyeron notablemente en sus obras
 Desde su infancia vivió en un ambiente privilegiado, rodeada de los más renombrados artistas, bohemios y notables del ambiente cultural de la Viena de la transición entre los siglos XIX y XX que se reunían en la casa de su padre, un pintor mediocre pero con vínculos en la alta sociedad vienesa.


Desinhibida en sus relaciones, Alma, mujer de singular y precoz belleza, fue amante y fuente de inspiración de muchos poetas, pintores, músicos, escritores, científicos y hasta un sacerdote con los que mantuvo apasionados romances, aunque tuviera que pagar a lo largo de su vida el alto precio de no  encontrar el amor definitivo que le hiciera sentir que su búsqueda había terminado. Para muchos Alma es una mujer que supo ganarse la posteridad a costa del talento de los genios que iba conquistando con el indiscutible gran don  que la naturaleza le dio: el arte de dominar a los hombres.Alma construía sus relaciones sobre una base de dependencia afectiva de ellos hacia ella que la satisfacían tanto más cuanto más dependiesen de ella. Y por eso, cuanto más se humillasen esos hombres por ella, más grande y poderosa se sentía y, al mismo tiempo, más llegaba  a despreciarles.

El primero que la besó, la desnudó, la dibujó y la conoció carnalmente, sobre un diván bajo un óleo de Delacroix, fue el pintor Gustav Klimt cuando Alma sólo tenía 17 años. En recuerdo de ello parece ser que  el pintor la plasmó en un cuadro que tituló, precisamente, “El beso”, y que hoy por hoy es el icono que identifica la obra de este genio de la pintura.  Carl Moll lo descubrió y le obligó a mantenerse lejos de ella. Alma diría en su diario:

"Gustav Klimt entró a mi vida como mi primer gran amor, pero yo era una chica inocente, totalmente absorbida por mi música y alejada del mundo real. Cuanto más sufría por el amor de Gustav más me hundía en mi música...."

A partir de entonces Alma mantuvo muchas otras relaciones, más bien efímeras, entre las que destacan sus aventuras con el director teatral Max Burchkard y con su profesor de piano y compositor Alexander von Zemlinsky. Burckhard promovió el interés de Alma en la literatura y el teatro pero al mismo tiempo, siendo un furibundo anti-semita, la adoctrinaba particularmente con la filosofía de Nietzsche, claramente mal e injustamente interpretada. Parece ser que la frase de este último: " A aquel que se cae también se le debería dar un empujón" fue un lema que Alma erigió en su vida personal.
 Alma fue una compositora  que llegó a componer 16 obras menores. Cuando Zemlinsky vio algunas de las composiciones de Alma, fue absolutamente claro sobre su arte: " O compones o te dedicas a la sociedad, pero sería mejor que elijas lo que haces mejor, dedícate a la sociedad "  Sin embargo,  se desarrolló una tormentosa relación se entre Alma y Zemlinsky, al que Alma describía como "Un pequeño y horrible gnomo". Pese a ello, Alma permitió todo tipo de caricias e intimidades de Zemlinsky, excepto el coito, lo que llevaba a este último al borde de la pérdida de la razón. De todas maneras, Alma en su Diario deja constancia  de que "...de ese pequeño gnomo nunca iba a olvidar sus virtuosas manos...".
Pero fue la familia de Alma la que puso fin a esa relación, ya que por un  profundo anti-semitismo consideraba que era poco apropiada. A pesar de ello  Alma siguió "torturando" emocionalmente y en secreto a Zemlinsky por dos años más.

Gustav Mahler


A principios de Noviembre de 1901 Alma conoce al célebre Director de la Ópera de Viena, Gustav Mahler, en una gala privada en casa de una de sus amigas y Mahler se enamora perdidamente de ella, hasta el punto de que antes del final de ese mismo mes  le propone matrimonio. La familia de Alma se opone, basándose en que Mahler era judío y casi 20 años mayor que ella. El 19 de Diciembre de 1901 Mahler le escribe una extensa carta a Alma en la que describe sus planes para el futuro y le exige a su futura esposa que abandone su trabajo de compositora para dedicarse de lleno a sus tareas en la casa y a él mismo en todo lo que precise. Alma parece aceptar esas condiciones y a fines de Diciembre de 1901 se comprometen para casarse finalmente el 9 de Marzo de 1902. Mahler odiaba la vida social y le daba extrema importancia a una rutina diaria y regular para administrar su tarea como compositor por lo que Alma muy pronto se sintió sola y aburrida, degradada al mero rol de ama de casa mientras atendía a su familia, supervisaba las finanzas y ejercía como copista de las partituras y lectora de las pruebas de las obras de su marido.
El amor entre Mahler y Alma siempre estuvo marcado por una serie de sentimientos paradójicos, plenos de contrastes y en los que la entrega y el desinterés, la lealtad y las infidelidades y la veneración y el menosprecio marcaron la pauta en una relación en la que el conservadurismo vienés y el progresismo que imponían los nuevos usos del recién estrenado siglo XX estuvieron siempre en pugna.
La primera hija del matrimonio, María, vino al mundo el 3 de noviembre de 1902 en un parto difícil. La niña se había descolocado debido a las fatigas de la madre durante el embarazo, y el médico dijo que se presentaría de nalgas. Mahler, en un gesto de humor e ironía característico, estalló en una carcajada y dijo: “Eso demuestra que es hija mía, al mostrar al mundo la única parte de su cuerpo que merece“. Alma no se sentía cómoda en su nuevo papel de madre y a los pocos días, escribió en su Diario “Hace una semana que estoy levantada. El 3 de noviembre nació mi hija María y aún no siento un verdadero amor hacia ella“.
El 15 de junio de 1904 Alma sintió los primeros dolores de parto de su segunda hija. A las cinco de la mañana despertó a Mahler y a éste no se le ocurrió otra cosa que pasear por la habitación mientras leía en voz alta (“para distraerme” apunta Alma con cierto resquemor) a Emmanuel Kant. Horas después trajo al mundo a una niña a la que bautizarían Anna.

En cuanto Alma se recuperó, Mahler retomó la composición de su célebre ciclo de canciones Kindertotenlieder (Canciones a los niños muertos) y empezó la Sexta Sinfonía. El primer título asustaba a su mujer, que no podía comprender cómo podía dedicarse a un asunto tan lúgubre mientras sus dos hijitas jugaban a su alrededor: “¡No tientes a la Providencia!“, decía.

La presencia de Alma en la creación de las sinfonías Quinta y Sexta -y, por extensión, en toda la producción mahleriana desde 1902 hasta 1911- es evidente. Gustav Mahler amaba profundamente a su esposa hasta el extremo de dedicarle varias de sus composiciones y hacerle auténticos retratos musicales tal y como sucedió en el famoso Adagietto de la Sinfonía nº 5 . La presencia de Alma en la Sexta, que Mahler remata con el subtítulo de “Trágica“, es tan grande que parece formar parte de ella. Es como si Mahler no dejara de advertir que su imagen de seguridad y solidez escondía una tragedia de rabia y frustración evidente, tan obvia que no podía dejar de hacerse oír. El propio Mahler decía que su sinfonía fue naciendo por y para ella, a todos los niveles. Alma se emocionaba al escucharla y las lágrimas acudían a sus ojos, y durante toda su existencia posterior a la muerte de Mahler, la Sinfonía en la menor, casi tanto como la Décima, fue la obra que la conmovía hasta el tuétano. Pero en la época en la que compuso la sexta, Gustav estaba sereno; según Alma "Era plenamente consciente de la grandeza de su obra. Era como un árbol cargado de frutos, lleno de vida".
 Mahler era consciente de sus propias manías y debilidades. Recordaba constantemente a Alma que se había casado con un neurasténico, con un enclenque, con un judío apátrida que padecía de decadencia física. Alma, en sus memorias escribe “Si yo me hubiera identificado con él, me hubiera hundido con él. Ignoré sus debilidades y le hice tan fuerte ante el mundo que parecía un haz de energía masiva“.
Alma finalmente se hastió de ejercer un papel que la hacía sentir prisionera en medio de una vida sin alicientes, que giraba alrededor de la genialidad de su famoso esposo, y la sumía cada vez mas en el tedio de una resignación forzada por la impotencia y las responsabilidades que contrajo tras el nacimiento de sus hijas.

Tras la repentina muerte en 1907 de María, la hija mayor del matrimonio, como consecuencia de una difteria complicada, Alma quedó sumida en un apático y depresivo duelo. Alma Schindler siempre le censuró a su marido que compusiera esos tristes lieder. Alma siempre estuvo convencida de que con los Kindertotenlieder Mahler había tentado a la muerte permitiéndole que entrara en su casa y lo consideraba culpable de la muerte de la pequeña.
Desde hacía años el matrimonio Mahler atravesaba una seria crisis de convivencia que se vio sensiblemente agravada con la muerte de su hija. El compositor se refugió en su propio mundo y se centró por completo en la culminación de su Octava sinfonía, una obra que había iniciado el verano anterior. A la tragedia de la muerte de la niña siguieron una serie de acontecimientos que hundieron más al matrimonio, como el diagnóstico de la enfermedad cardiaca de Mahler al que siguió un aborto de Alma, quien se encontraba en estado de gestación cuando perdieron a María. Y a todo esto se sumó  otro duro golpe, en este caso en el terreno profesional: como consecuencia del furibundo antisemitismo que imperaba en la sociedad vienesa, se vio forzado a dimitir como director de la Ópera de Viena.
Alma buscó refugio para su duelo en un balneario de Tobelbad, cerca de Graz (Austria) donde conoció y se enamoró del joven arquitecto Walter Gropius, el mismo que años después fundaría la Bauhaus, la innovadora escuela de arquitectura que consiguió fusionar arte y diseño industrial. Después de tantos años de soledad, hastío y ascetismo con Mahler, Alma es tomada en serio como una mujer por Gropius y los dos se pierden en desenfrenadas noches de pasión. Mahler descubrió la infidelidad de su mujer a través de una carta de amor que, intencionadamente, Gropius escribió a Alma poniendo el nombre del compositor como destinatario en el sobre. Abatido y resignado ante su culpa asumida de que Alma se hubiera enamorado de otro hombre, Mahler, gravemente enfermo por una cardiopatía que le fue diagnosticada el mismo día del entierro de su hija, le suplicó a su esposa que se quedara con él en un desesperado intento por recuperarla. Tuvo una consulta médica (una sesión del entonces novedoso psicoanálisis) con Sigmund Freud para indagar en las causas de su estado de ánimo y plasmó su situación emocional en la obra que componía por entonces, la Sinfonía nº 10. Mahler sublimó la traición de Alma con Gropius en su sinfonía nº 10 que resume en la frase “Adiós, mi lira, adiós... Vivir por ti, por ti morir”.
El compositor manifestó de pronto un súbito interés por las composiciones de su mujer que antes siempre ignoró aunque para ella, enamorada de Walter Gropius, era ya demasiado tarde para cualquier intento por salvar su matrimonio. Alma decidió no abandonar a su marido hasta que un año más tarde, en 1911, Gustav Mahler murió, el 18 de mayo de 1911 sin llegar a 51 años, poco después de su gira como director orquestal en Estados Unidos, viaje en el que Alma permaneció siempre a su lado y del que regresó en unas deplorables condiciones de salud que presagiaban un desenlace fatal inminente. Apenas Sigmund Freud supo por la prensa que Mahler había fallecido, le escribió a la viuda, Alma Mahler, una breve carta en la que más que manifestar su condolencia se limitó a reclamar los honorarios de la sesión psicoanalítica que mantuvo en Leiden con su esposo y que el músico no le llego a abonar. Desde entonces, Alma Mahler dio muestras de un despreciativo odio hacia el psicoanalista a quien consideró ya por siempre como “el idiota de Freud”.

Después de  la muerte de Mahler, Alma se convirtió en una presencia radiante de Viena y supo aprovechar la riqueza de la herencia de su esposo convirtiéndose en foco de la vida social de esos años.

En 1911, y a los pocos meses de la muerte de Mahler, Alma fue asistente y amante del biólogo y músico vienés Paul Kammerer (1880 – 1926). El amor nació entre ellos y por supuesto resultó tormentoso. Cuenta la historia que en algún momento de la relación, presa de la fiebre y el arrebato de la pasión, Paul Kammerer le aseguró a la bella Alma que se dispararía a sí mismo frente a la tumba de Gustav Mahler si ella no consentía en casarse con él.

Después de que Alma consiguiera romper con el científico, en la primavera de 1912, su corazón volvió a ser libre, más no por mucho tiempo, pues conoció –en realidad ya lo conocía desde muchos años atrás, incluso antes de su matrimonio con Mahler- al pintor expresionista Oscar Kokoschka para quien posó varias veces en su estudio.
Oscar Kokoshka

Un día el pintor fue llamado a la mansión de Schindler para pintar un retrato y allí se encontró con la viuda de Mahler, joven, bella y enlutada. Alma tenía 30 años. Tras el almuerzo llevó al pintor a su gabinete privado, tocó al piano "La Muerte de Amor de Isolda" y allí mismo iniciaron una relación atormentada que duraría tres años hasta que sonaron los cañones de la Gran Guerra.
Kokoschka era un joven pobre e inmaduro frente a una mujer acostumbrada al lujo, a vivir en palacios, rodeada de servidumbre, pero dispuesta a servir de mecenas a un artista que estaba pintando con desgarro los aires premonitorios de la tragedia europea que se avecinaba. Kokoschka se pintó a sí mismo abrazado a Alma Mahler, los dos ardiendo en el interior de una bola de fuego, en el famoso cuadro "La novia de la tempestad o del viento" de 1913
Óscar  la arrancó de las mansiones a la sucia buhardilla en la que el artista bohemio vivía. Fue la primera vez que ella se sintió dominada. La pasión le llenaba la vida, pero al mismo tiempo le cortaba las alas, la destruía por dentro y le cerraba cualquier horizonte. Alma y Kokoschka decidieron construirse una casita humilde en las afueras de Viena, pero la soledad empeoró las cosas. Alma no podía evitar los sueños de gloria, de elogios y miradas que había vivido en los teatros ni el sonido de aplausos que recibía después de los conciertos junto a Mahler. En cambio Kokoschka, un tipo duro, solitario y atormentado, necesitaba el silencio para crear. Odiaba a la sociedad, y celoso del mundo exterior trataba de aislar a su amante. Incluso se negó a que llevara a la nueva casa ningún recuerdo de Mahler, ni la escultura que le hiciera Rodin, ni tampoco la mascarilla del compositor, que un día al descubrirla envuelta en un papel la arrojó por la ventana.
Mientras construían la casa Alma quedó embarazada. Ingresó en una clínica de Viena  para que le practicaran un aborto. Fue el momento en que sucedió el atentado de Sarajevo y comenzaron a conmoverse los cimientos del imperio austrohúngaro. En el hospital, Kokoschka se robó la sábana ensangrentada del aborto y a partir de ese momento llevó siempre consigo ese pedazo de tela seca afirmando " Este es mi único hijo y el siempre lo será". Kokoschka nunca se recuperó del dolor de la pérdida de su hijo y ese fue el tema de muchas de sus pinturas. El trauma del aborto les forzó a la separación. Kokoschka se fue voluntario a la guerra y pronto cayó herido. Incluso cundió la noticia de que había muerto. Cuando el rumor fatídico llegó a sus oídos, Alma fue al estudio, recuperó todas sus cartas de amor y se llevó también un montón de dibujos, bocetos y cuadros del artista, que regaló después a unos jóvenes amigos.
Tras la ruptura, el pintor llegó a trastornarse de tal modo que mandó hacer una muñeca de tamaño real para recordar a Alma con todos sus detalles. Parece ser que, trastornado,  acostumbraba a ir a un teatro local llevando con él la famosa muñeca como si de Alma se tratara.

Muñeca de Alma

Para dejar atrás la tormenta con Kokoschka, Alma regresó con Gropius con quien finalmente se casó en 1915 y tuvo una hija la que pusieron por nombre Manon. Para el bautismo de su hija en 1916, Gropius le regaló a Alma el célebre cuadro "Summer Night on the Beach" de Edward Munch.

Durante la Primera Guerra Mundial la élite vienesa de compositores, escritores, actores y académicos se reunían regularmente en la casa de Alma y para ella constituyó un auténtico shock que Gropius, que por entonces era militar, fuera transferido a un puesto de ínfima importancia como entrenador de perros. Ella consideró ese traslado indigno y humillante y reclamaba en su Diario " Mi esposo DEBE ser primera clase"
Durante este matrimonio, Alma conoce al escritor Franz Werfel  y  queda embarazada de él, aunque el hijo muere pocos meses después.
Años después también fallecería Manon, la hija de Gropius y Alma, de poliomielitis y en plena adolescencia. El músico Alban Berg, gran amigo de Alma, compuso en memoria de Manon el famoso Concierto para violín y orquesta “A la memoria de un ángel” en el que, al mismo tiempo de su recuerdo por la joven muerta dejó plasmado el amor que también sentía por Alma. .
El notorio anti-semitismo de Alma crecía en medio del clima de radicalización política de Austria y Alemania y Alma exigió que Werfel abandone su religión judía antes de casarse. Werfel aceptó mansamente a esa condición, aunque pocos meses después y sin que Alma lo sepa retornó al Judaísmo.
Alma volvió a ser infiel, esta vez con un sacerdote y teólogo que comulgaba con ella en las ideas antisemitas.Según consta en su diario, Alma le reprochaba a Werfel el «típico aspecto gordo y abandonado» de un hebreo, lo sometía a comparaciones con la "belleza imponente y aria del arquitecto Walter Gropius" y lo maldecía porque relacionaba la muerte prematura de su hijo "..con la paupérrima calidad de su esperma." Tanto había practicado el onanismo Werfel, decía Alma, que el líquido seminal "..se había degenerado y contaminado."



En Enero de 1924, Alma escribía en su Diario" Ya no amo más a Werfel. Mi vida interior ya no se conecta con él. El ya vuelve a ser esa figura brumosa, ese pequeño, feo y adiposo judío de mi primera impresión...". 


Alma tenía una visión positiva de los Nazis y cuando el Parlamento austríaco fue suspendido en la guerra civil de 1934, ella tomó partido por los Austrofascistas. Cuando estalla la Guerra Civil española, Alma toma partido por Franco mientras que Werfel apoya la causa de los Republicanos.

Pero, de repente, en 1938 todo cambió para Alma. Mientras se encontraba en su palacio de Venecia, que había comprado con parte de la herencia de Mahler, recibió malas noticias de Viena. El busto del "judío" Mahler esculpido por Rodin, fue retirado de los salones de la Ópera, la calle que llevaba su nombre pasó a llamarse de los Maestros Cantores, y el dinero para erigirle un monumento se había desviado a un fondo público. Alma toma conciencia del riesgo que corre su hija Anna, a la que se la considera "media judía" y decide en Febrero de 1938 retirar todo su dinero de los bancos de Austria y los "contrabandea" a Suiza, gracias a la ayuda de su amiga y confidente Ida Gebauer. En Marzo de ese año ella escapa con su hija Anna hacia Praga, Budapest y finalmente Milán donde Werfel esperaba por ella.

Alma y Werfel fueron a vivir la villa francesa de Sanary-sur-Mer cerca de Marsella, en la cual, y hasta 1940, se radicaron numerosos emigrantes como Bertolt Brecht, Ludwig Marcuse, Thomas y Heinrich Mann, Lion Feuchtwanger y Ernst Bloch.

Tras la muerte de Werfel, Alma se instala en Nueva York. Para su cumpleaños número 70, en 1949,recibió un inesperado y inusual regalo que documenta hasta que nivel la escena cultural se sentía obligada con Alma. Ella recibió un "libro" escrito de puño y letra por 77 personalidades que le deseaban felicidades, entre ellas sus ex esposos y amantes Walter Gropius y Oskar Kokoschka, Heinrich y Thomas Mann, Carl Zuckmayer, Franz Theodor Csokor, Lion Feuchtwanger, Fritz von Unruh, Willy Haas, Benjamin Britten, su ex yerno Ernst Krenek, Darius Milhaud, Igor Stravinsky, Ernst Toch y muchos más. Arnold Schönberg llegó a escribir "Centro de tu propio sistema solar, orbitado por satélites radiantes, así es como tu vida aparece a los que te admiramos"
Alma murió en su apartamento de Nueva York el 11 de Diciembre de 1964 y fue finalmente enterrada en Viena el 8 de Febrero de 1965 junto a la tumba de su hija Manon.


Análisis de la obra "La tempestad o la novia del viento" de Kokoshka

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.